Henri Cartier Bresson es uno de los grandes en la historia de la fotografía. Fue un célebre fotógrafo francés considerado por muchos el padre del fotorreportaje.
Nacido el 22 de agosto de 1908 en el seno de una familia acomodada de París, Henri Cartier-Bresson tuvo siempre el interés por retratar el mundo. Tuvo formación artística en pintura desde pequeño y siguió la carrera artística. Su orientación profesional dio un giro en 1929 de una manera inesperada: se encontraba cumpliendo el servicio militar cuando fue puesto bajo arresto por haber cazado sin licencia. En ese momento entró en escena Harry Crosby, un escritor bohemio que había servido en la Gran Guerra y convenció al comandante para que dejara a Cartier-Bresson bajo su custodia, puesto que ambos tenían interés por la fotografía. Crosby le dio su primera cámara y algunas lecciones de fotografía, que no iban a durar mucho, ya que en diciembre de 1929 se suicidó.
En 1931 Cartier-Bresson partió hacia Costa de Marfil, por aquel entonces colonia francesa, en el que sería su viaje iniciático como fotógrafo. Durante los meses que pasó en África sobrevivió como cazador, una actividad que según él le enseñó a moverse con discreción. A su regreso en Francia entabló contacto con otros fotógrafos que habían trabajado en el continente negro: uno de estos era Martin Munkácsi, un veterano fotorreportero especializado en tomas de acción, que le mostró la foto que había tomado de tres chicos corriendo a orillas del lago Tanganyika. Esa imagen tuvo un impacto profundo en Cartier-Bresson, que en ese momento entendió “que una fotografía podía fijar la eternidad en un instante” y decidió dejar la pintura en favor de la película.
Durante los 40 años siguientes su vida estuvo dedicada a la fotografía. Compró una cámara Leica que sería su compañera durante muchos años: sus pequeñas dimensiones le permitían pasar desapercibido y, para más discreción, pintaba de negro las piezas brillantes de la cámara. Cámara en mano, Cartier-Bresson empezó a inmortalizar los momentos decisivos de su tiempo. En 1937 realizó su primer fotorreportaje de éxito, la coronación de Jorge VI de Inglaterra, que destacó entre todos los demás fotógrafos por el enfoque que le dio: no tomó fotos del rey, sino de la multitud que lo vitoreaba, que a su parecer constituía la esencia del acontecimiento, un principio que caracterizaría su carrera.